domingo, 20 de julio de 2008

la guerra

Ya las tropas se situaban en el campo de batalla; era increíble que aquello que había empezado por ser sólo el reclamo de un territorio que parecía no tener valor, finalizara por medio de las armas, provocando así la revalorización del terreno que ya se preveía que costaría, al menos, 500 almas.
Con tantos preparativos, los escuadrones estaban expectantes, al fin el día había llegado.

Al amanecer, los soldados se aprestaron para la guerra, luego tomaron lo que quizás para algúnos sería el último desayuno y llegado el momento -luego de escuchar las instrucciónes del Coronel- abordaron los vehículos que los transportarían a la zona de combate.

Entre los integrantes de la compania aérea se encontraba Ian Mc lane, un soldado que ocupaba el cargo de piloto de la unidad aérea.
Al pisar tierras enemigas, los soldados empezaron a armar el campamento; cuando ya casi estaba listo los sorprendieron las tropas enemigas, aprovechando que los soldados no habían instalado las comunicaciónes. Frente al ataque, el coronel general ordenó la retirada efectivizando asi el ataque del enemigo, dejando atras varias muertes y prisioneros.

Mc lane al escuchar la orden de su superior, trató de huir y encontró refugio en un vivac, atravezó la tupida jungla con cautela para no ser visto y llegó al alero donde se encontraba Marrock, el Teniente General enemigo que estaba hablando con su Teniente Coronel, Mc lane interrumpió en el lugar, apuñaló al subalterno de Marrock, sacó su revolver y cuando logró ponerlo en la cabeza de su enemigo....
Fermín, que tenía hambre, percibió el grito de su madre llamandolo a comer. Acto seguido dejó caer las figuras de los soldados al piso, salió de su habitación rápidamente y bajó las escaleras.

jueves, 3 de julio de 2008

Carta de un elfo

Hola soy el elfo Gilandir y escribo esta carta porque me he dado cuenta que nuestro tiempo se está acabando, la era de los elfos pronto terminará para dar lugar a la era de los hombres.
En otros tiempos cuando nuestra raza poblaba la tierra, el conocimiento abundaba y uno podía pasar el tiempo con sus amigos observando el natural paisaje que lo rodeaba. Me acuerdo de aquellas tardes que pasamos charlando a orillas del río y pensábamos que nunca habría de acabarse esa paz.
Luego pasó algo inesperado, tuve que partir de los grandes bosques elficos, si alguna vez quería participar del consejo elfico junto a los altos elfos, debía saber mas sobre el mundo que me rodeaba, de esta manera llegué hasta las grandes mesetas de Faregond, donde encontré un grupo de montaraces, a los cuales me uní, ellos me enseñaron a valorar y compartir las pequeñas cosas, ya que para un montaraz lo primero es sobre vivir, luego de que me enseñen diversas cosas, tuve que continuar mi camino, pero antes me pidieron que les ayudara a construir una atalaya. Luego de hecha la labor, me despedí de mis amigos montaraces y me dirigí a los rocosos territorios de Lurenir, donde habitaban los enanos, esas pequeñas criaturas algo malhumoradas y recolectoras, me costó al principio adaptarme al estilo de vida, ya que el lugar era bastante bajo para mi altura, y sus costumbres eran muy distintas a las de los elfos.
Los enanos me enseñaron a hacer labores de minería y a conservar y darle importancia a las cosas que encontrara a mi alrededor, nunca se sabe cuando se pueden llegar a necesitar. Luego de haber aprendido todo lo que habían de enseñarme estas criaturas "bajas" y luego de ayudarles a construir una presa hidráulica, decidí seguir mi camino.
Esta vez llegué a las planicies de Horsegon donde en una cantina me encontré con un hombre que se llamaba Norestor que estaba afligido porque el padre de su amada Evadriel no aprobaba su relación con él, le ofrecí mi ayuda, él a cambio me enseñaría a vivir como un hombre. Luego de instalarme en su casa, le dije que para ganar la aprobación de su yerno debía demostrar nobleza, ya que este último era miembro de la corte real.
Le enseñé a montar y otras cosas propias de la nobleza, el me enseñó a ser persistente. Cuando Norestor logró la aprobación del cortesano, se casó y luego fui invitado a un gran ágape en honor a la unión, allí el cortesano se me acercó y me mostró sus riquezas y me dijo que no tenía sentido valorar la sabiduría mas que el oro, justificándose de que con la sabiduría no podía comprarse nada y que era el oro lo que realmente engrandecía a los seres. De inmediato intenté replicar, pero en seguida me di cuenta de que hay seres con los que es en vano discutir, pues con lo soberbio que era el cortesano, no entendería las razones de un elfo.
Luego de esto me despedí de Norestor y Evadriel, me sentía preparado para retornar a mis queridos bosques elficos, entonces emprendí el camino,al llegar los elfos me recibieron y me preguntaron como había sido mi viaje a lo que respondí que me sentía preparado para ocupar un lugar en el recinto del consejo elfico cuando llegara el momento, lo que el gran rey aceptó, en acuerdo con los demás elfos del consejo.
Ahora me despido, sabiendo que pronto el destino ha de ponerme en la situación de tener que escoger un lugar donde la raza elfica habite, hasta entonces aguardaré ese momento en donde estoy, deseando pacientemente no tener que dejar los bosques elficos de Arwell.
Gilandir.